sábado, 1 de septiembre de 2018
El Dominante y La Virgen
Yo soy dominante.
Ella virgen, pero no por mucho más tiempo.
Cuando eres como yo, un millonario embutido en un traje de día y un animal en la cama de noche, todas las mujeres terminan buscándote por algo; el dinero que te sale por las orejas o un pedazo de tu carne.
Es lo que tiene poder lucir unos abdominales de acero y una mirada de depredador en cuanto comienzan a intentar seducirte. Y entonces llegó ella. Cansado de interesadas, caza fortunas y malfolladas que sólo buscaban un buen polvo cargado de morbo, Laura resultó ser todo lo que podía desear; inocente, virgen y aunque casi parecía que se había escapado de un convento, joder, era una de las mujeres más atractivas que he visto nunca.
Por supuesto, se convirtió en mi prioridad número 1.
No tenía ni idea de lo que le esperaba, pero desde luego iba a hacer de aquel bombón mi pequeña sumisa, y lo peor; le iba a encantar. Podía ver en sus ojos el anhelo de someterse a mí, e iba a ofrecerle una primera vez que no iba a querer olvidar jamás.
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